Una vez al mes, abrimos los armaritos, limpiamos el polvo y ponemos en exposición nuestros látigos imaginarios. Porque no todo puede ser bondad y alegría en nuestras clases de lengua. Lola Pons, nuestra profesora de lengua particular, viene con ánimo condenatorio para ajustarnos la cuentas, pero también para darnos consejo sobre cómo hablar en público, cómo escribir y qué decir para librarnos del látigo.