Se llama pareidolia al hecho de percibir rasgos humanos en objetos inanimados, como el grifo del baño o el enchufe de la pared. Yo con Elon Musk tengo pareidolia inversa: en su cara no percibo nada que me resulte humano. Lo veo bailar en los mítines de Trump, zangolotino, descoyuntado, con menos gracia que un pingüino borracho, y me pregunto: ¿de verdad no hay nadie a su lado que se atreva a decirle estate quieto?