Todos lo recordamos: hace solo unos días íbamos a las elecciones más igualadas desde la Guerra Civil americana, y el riesgo no era tanto que Trump ganara como la que podía armar en caso de perder. Ese es, quizá, el único temor que se ha disipado. Porque la mayoría no ha votado al Trump llanero solitario, al Trump cisne negro, de 2016, sino al Trump conocido y añorado de 2024. La mayoría, en definitiva, ha votado revancha.