Recuerdo a mi madre, años cincuenta del pasado siglo, decirme que no podía denunciar el maltrato de su marido, lo he contado muchas veces, porque los jueces estaban a favor de los hombres. Recuerdo a mis compañeros de un trabajo de mierda del que me despidieron cuando era jovencita, disuadiéndome de que reclamara, porque los jueces siempre estaban a favor de los amos.