Las señales que llegan acerca de la gestión de la crisis provocada en Valencia con las inundaciones del 29 de octubre comienzan a deslizarnos por una pendiente cada vez más inquietante de desidia y falta de responsabilidad. No se hicieron bien las cosas, es evidente, pero son muchas las responsabilidades que se cruzan y que requieren una templanza sensata de quienes deben saber que la justificada indignación de las víctimas puede ir de la mano de un incendio antipolítico que nutre al populismo.