Hoy la prioridad es atender a las víctimas y ayudar a los territorios devastados. Pero hay otra, tan importante como urgente, que es entender de una vez por todas lo que la ciencia lleva años señalando. Que la crisis climática convierte en más frecuentes y virulentos los fenómenos extremos como sequías, tormentas, huracanes o DANA. Y que esto nos obliga a repensarlo todo, al menos en dos direcciones. La primera, adaptándonos de forma urgente a la nueva realidad. La segunda, más de fondo, pero inaplazable, es una aceleración de la transición ecológica.