La pregunta sobre cómo Ábalos llegó tan lejos y por qué el PSOE tardó tanto en apartarlo no se debe responder por razones psicológicas ni por motivaciones corruptas, sino por la deficiente regulación de los partidos políticos. Creo que he superado el asombro y el asco. El debate debe dirigirse hacia una reforma que no confíe el control de los partidos a sus propios mecanismos internos.