Si el primer gobierno de Nayib Bukele prometió una lucha contra la corrupción, que se convirtió en una de sus principales mentiras; el segundo, el gobierno inconstitucional que empezó este 1 de junio, es más burdo y sin temor a esconder su cinismo: necesita a una población dormida, que no se queje, y que asienta, sin pensar, las palabras de su pastor.