La muerte de Juan Castillo es solo la punta del iceberg. Cientos de personas han muerto en las cárceles salvadoreñas bajo el régimen de excepción. Las denuncias de torturas, tratos inhumanos y negligencia médica se acumulan. La normalización del horror es un cáncer que corroe el alma de una nación. Es hora de despertar, de alzar la voz, de exigir justicia para Juan Castillo y para todas las víctimas del régimen de excepción. Es hora de recuperar la empatía, la solidaridad, la indignación.