Un exfuncionario del gobierno sucumbió a la tentación del dinero fácil y se unió a un violento grupo delictivo que controlaba la ciudad con cámaras, drogas y asesinatos. Al caer en "la escuelita" junto a su hermano, su pertenencia al grupo dominante le otorgó privilegios y poder desde el primer día. Como contador del grupo de delincuencia organizada que tomó el penal, manejaba millones en nóminas quincenales. Hoy, con 50 años de condena, se arrepiente y anhela una segunda oportunidad, dispuesto a renunciar a todo por ver crecer a sus hijos.
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